Un gran milagro ha tenido lugar, amadísimos: con cinco panes y dos peces se han saciado cinco mil hombres, y los pedazos restantes llenan doce canastos. Gran milagro, pero no nos causará excesiva admiración, si nos fijamos en su autor. Ahora bien, al hacer estas cosas, el Señor hablaba a los que las entendían no solo mediante palabras, sino también por medio de los milagros mismos.
Los cinco panes simbolizaban los cinco libros de la ley de Moisés. La ley antigua es, respecto al Evangelio, lo que al trigo la cebada. Esos libros encierran grandes misterios concernientes a Cristo. Por eso decía él: Si creyerais a Moisés, me creeríais también a mí, pues él ha escrito de mí1. Pero igual que en la cebada el meollo está bajo el cascabillo, así Cristo se oculta bajo el velo de los misterios de la ley. Como los misterios de la ley al exponerlos se expanden, así también aquellos panes se acrecentaban al partirlos. Y en el hecho mismo de exponeros esto os he partido el pan.
Los cinco mil hombres significan el pueblo constituido al amparo de los cinco libros de la ley; los doce canastos son los doce apóstoles, que, a su vez, se llenaron con los rebojos de la misma ley. Los dos peces son, o bien los dos mandamientos del amor de Dios y del prójimo, o bien los dos pueblos: el de la circuncisión y el del prepucio, o aquellas dos funciones sagradas: la real y la sacerdotal. Exponer estos misterios equivale a partirlos; comprenderlos equivale a alimentarse.
Para reflexión personal
Al igual que hizo Jesús en el relato evangélico, te das cuenta de los problemas de los otros? Pones ante Dios tus necesidades y las de los demás? Respondes a la invitación del Señor para buscar una solución?