(Sermones 82, 1,4)
"El Señor nos advierte que no debemos despreciar nuestros pecados, ni buscar lo que debemos reprender, sino ver lo que debemos corregir.
Debemos corregir con amor, no con deseo de hacer daño, sino con intención de corregir; sino lo hacéis así, os hacéis peores que el que peca. Este comete una injuria y cometiéndola se hiere a sí mismo con una herida profunda. Despreciáis vosotros la herida de vuestro hermano, pues vuestro silencio es peor que su ultraje."
Reflexión personal
No me puedo reunir "en el nombre del Señor", sin hacer mía su inquietud por la oveja que se perdió, por el hijo que no está en casa. No podemos celebrar auténticamente la Eucaristía, sacramento de la fraternidad y unidad, si no hay experiencia de fraternidad, de "comunión". ¿Tenemos eso claro en nuestra vida de fe?