(De civitate Dei, XV)
¡Oh eterna Verdad y verdadera caridad y amada eternidad! Tú eres, Dios mío, por ti suspiro día y noche... y descubrí que me hallaba lejos de ti en la región de la desemejanza, como si oyera tu voz desde lo alto: “Soy manjar de grandes, crece y me comerás. Pero tú no me convertirás en ti, como al alimento en carne tuya, sino que tú te mutarás en mí”.
Ahora bien, el Creador, si de verdad es amado, es decir, si es amado Él mismo, no otra cosa en su lugar que no sea Él, no puede ser mal amado. El mismo amor que nos hace amar bien lo que debe ser amado, debe ser amado también ordenadamente, a fin de que pueda estar en nosotros la virtud por la que se vive bien. Por eso me parece que una definición breve y verdadera de la virtud es ésta: el orden del amor.
Para reflexión personal
No sabemos lo que nos depara en la vida: hay momentos buenos y malos. ¿Reflexionamos sobre la voluntad de Dios en nuestra vida? ¿Ponemos nuestra confianza en la misericordia divina?