(Sermón 87.1,5,6)
En cuanto a la retribución, todos seremos iguales: los últimos igual que los primeros, y los primeros igual que los últimos, pues aquel denario es la vida eterna, y en la vida eterna todos serán iguales. Y aunque según la diversidad de méritos, diversamente resplandecerán, en lo que atañe a la vida eterna, será igual para todos. Lo que para todos es eterno, mal podría ser para unos más largo y más corto para otros: lo que no tiene fin, no lo tendrá ni para ti ni para mí. Diferentemente brillarán allí la castidad conyugal y la integridad virginal; uno será el fruto de las buenas obras y otra la corona del martirio; pero en lo que a vivir eternamente se refiere, ni éste vivirá más que aquél, ni aquél más que éste. Todos vivirán una vida sin fin, si bien cada cual con su brillo y aureola peculiar. Y aquel denario es la vida eterna.
Para reflexionar
San Agustín, por propia experiencia, afirma que aun encontrando, no se termina la búsqueda. Porque nosotros cambianos, porque la vida cambia, porque la sociedad cambia. Es el Dios que se esconde para que le sigamos buscando; es el Dios que no nos quiere acomodados.
Ahora que estamos en comunidad, Dios nos busca para que trabajemos en su viña, ofreciendo a todos lo mismo: la vida eterna. Has aceptado la invitacion, con todo lo que ello implica?